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domingo, 13 de diciembre de 2009

Cuento a medias -I- (Juego)

Inicio del juego: 2 de Agosto de 2009



rase que se eran un duende colgando de un árbol, una cabra que comía avena, un ciervo pasando de largo. La tarde era ya cerrada, la luna asomaba despacio, el frío cubriendo la tierra, el otoño llegaba acechando..."

-Son esos los personajes y condiciones en que se desarrollará el cuento, dijo la Niña observando despacio cada rostro, buscando su consentimiento. Sonrió. Un corro de seres diversos la rodeaba con oídos y mirada atentos. -A cada uno nos toca al menos un párrafo. ¿De acuerdo?


En el grupo de los duendes, los ojos vivarachos de Borlita, el más pequeño, echaban chispas y su rostro resplandecía de emoción pues era ésta la primera ocasión en que se le permitía participar del juego. Sin pensarlo dos veces, dio un par de volteretas convertido en diminuta bola verdeamarilla y se plantó en el centro del claro sonriendo abiertamente. Con voz nerviosa añadíó:

-El duende aterido de frío, le preguntó a la cabra si sabía de algún lugar cálido para resguardarse en la noche. La cabra le dijo que no, y siguió mascando su avena, indiferente.
Entre las mariposas más juguetonas, una de vívidos colores tornasolados se animó y propuso así seguir el relato:
-Como el frío iba en aumento, el pobre duende se desesperaba pensando dónde iría a guarecerse y con qué iría a abrigarse. Fue entonces que una grácil campanilla brindó su cálida corola como refugio improvisado y al rato, con sus más tiernas hojas, ofreció también cobijarlo.

-Se trataba de un duende pequeño y desconocedor de los peligros que el bosque entrañaba. Lo cierto es que se había alejado sin permiso de los ancianos aprovechando que dormitaban suspendidos de una vieja rama de un árbol viejo a la hora de la siesta. De todos es sabido que estos seres mágicos no pueden ni deben exponerse a la luz directa del sol si no desean perder sus poderes, puntualizó Arcoiris, la Maestra de Libélulas, que había tomado las riendas del relato.

La cabra, golosa, había permanecido observando toda la escena con el rabillo del ojo mientras continuaba mordisqueando la avena seca con aparente indiferencia. Un duende tiernecillo era un exquisito y nada desdeñable manjar que poder llevarse a la boca... Hmmmm... Se relamía con la sola idea.

Entretanto, un joven ciervo que pasaba por allí, tan sigilosamente como pudo, se acercó a la cabra, para una vez a su altura, arrancarla bruscamente de sus pensamientos sobre el duendecillo. Ésta, inicialmente, lo aceptó con una indiferencia impropia de una criatura terrenal, pero tras ver la suplicante mirada del ciervo, comprendió lo que necesitaba, asomó en su actitud un rayo de solidaridad, y dando un pasito a la derecha, le invitó a degustar parte de su adorada avena.


Una cabra y un ciervo comiendo de la misma avena, raro asunto. Aunque los dos sean herbívoros, la cabra es de naturaleza arisca y quisquillosa y el ciervo por su parte extremadamente asustadizo. ¿Cuál será la causa de este acercamiento no habitual? Extraños aires recorren el bosque a la caída de la noche, añadió Milpiés, acariciándose el mentón pensativo con media docena de manos.

El duende, abrigado por los pétalos de la flor, dormía plácidamente ajeno a lo que a su alrededor iba sucediendo.


Sinfín, el más inquieto de los duendes, enseguida quiso buscar alguna razón para justificar las cosas desacostumbradas que estaban sucediendo aquella noche, así que propuso:
-Debe ser la luna, que estaba particularmente mágica y soñadora, y con su encanto hacía que todos se sintieran más buenos y compartieran cobijo y comida! – sentenció.
Los demás duendecitos aprobaron la idea asintiendo con la cabeza.

Sin embargo, los árboles hicieron oscilar sus copas dubitativamente. Al ser mucho más altos que los demás habitantes del bosque poseían una visión distinta. El Gran Roble, mirando a los demás y buscando su aprobación, continuó el relato con voz leñosa y recia:

-Hacía tiempo ya que los pájaros anunciaban cambios. Hacía tiempo ya que no volaban tan alto. Hacía tiempo que las nubes eran más pequeñas. Hacía tiempo, mucho tiempo ya, en que los nidos no se renovaban en las ramas. Hacía tiempo que un gran silencio se iba adueñando del bosque. Hacía tiempo que los árboles se sentían inquietos, concluyó.

La Reina de las Hayas le miraba con una sonrisa de velado aprecio. Habían crecido juntos desde... nadie recordaba cuánto tiempo, y se comprendían sólo con mirarse. Algo se cernía sobre el bosque y sobre el pequeño duende que descansaba tranquilo, añadió.

Debido a todas estas circunstancias el Bosque Mágico estaba revuelto. Borlita dormitaba y sus colores verdeamarillos se mezclaban haciendo que se vieran azules. La grácil campanilla inclinaba su tallo debido al peso del duendecillo,que recostado entre sus pétalos parecía un angelito, y también a la preocupación.

El Gran Roble dijo con su voz hueca y profunda:
- Vamos a convocar una asamblea de animales y vegetales para hablar sobre estos últimos acontecimientos. Despertemos a nuestra Reina para que la presida.



Así se hizo y todos los animales y vegetales del bosque fueron convocados para considerar y debatir sobre qué era lo que producía aquellos desacostumbrados sucesos, inclusive el gran sopor del duendecillo que no conseguía despertarse del todo.

En un principio los árboles no lograron poner orden para comenzar la asamblea, pero apenas La Reina de las Hayas levantó su cetro en señal de atención, todos los animales y plantas, incluso los más chiquitos hicieron silencio y se dispusieron a debatir el tema.


Fue al terminar de bajarlo cuando se dio cuenta de que algo misterioso y realmente extraño sucedía. Un instante atrás el Bosque le devolvía las miradas expectantes de infinitud de ojos atentos a la señal de comienzo y ahora, un instante después, todos aquellos ojos mostrábanse ausentes, ajenos, como hipnotizados. Borlita, Milpiés, Sinfín, Arcoiris (la Maestra de Libélulas), la Niña... todos en El Bosque, todos excepto El Gran Roble y ella misma, La Reina de las Hayas. 


Se había iniciado con El Juego, el cuento contado a medias cada Noche de Plenilunio en el cual podía participar todo aquel que lo deseara siempre y cuando hubiera abandonado la infancia más tierna y demostrara poder colaborar en una empresa de equipo de esta naturaleza... El Juego había comenzado y los aires misteriosos que envolvían la narración habían traspasado las fronteras de la imaginación para inundar su Bosque Mágico... ¿Tanto poder tenían?, se preguntó consternada la Reina... ¿Qué hacer?, preguntó dirigiendo la mirada suplicante al Gran Roble...

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Participantes actuales: Paloma, Neogeminis, El Bosque, Elvis, Rosg.

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