Me lo he preguntado a mí misma. Me lo he preguntado de tú a tú y aún sin café, mirándome a los ojos... en esta noche negra, de pensamiento negro... ¿Tú puedes volar?...Y la respuesta ha sido "no".
En ocasiones atisbo una luz y parece que cobro bríos. Intento mover mis alas entumecidas. Me alzo un palmo, dos, incluso más... Y vivo de nuevo, por breve tiempo, la ilusión del vuelo.
Pero para remontarse por encima de uno mismo no basta con la imaginación. Hay que tener fe. Y mis alas están rotas. Soy un ángel roto. Caído de un cielo roto, plagado de sueños rotos.
He recogido los trozos de mis sueños y los he ido pegando laboriosamente. Aquí encaja éste. Más allá, si le doy la vuelta, el otro... Soy un puzzle de sueños... Sonrío. No suena mal. Incluso parece poético. Pero el nombre no cambia el contenido. No borra la desilusión. No anula el fracaso.
Mi hada sigue aquí. Empeñada en que busque. Y yo no encuentro nada. Sólo oscuridad.
Êndrîn acostumbra a revolotear a mi alrededor. Es un hada diminuta, alegre, vivaz, de dulce sonrisa y penetrantes ojos rasgados. Incansable, se acerca, se aleja, una y otra vez, con un pequeño zumbido zzz...zzz...zzz de sus alitas como de papel, en un vuelo arriba y abajo contínuo. Busca llamar mi atención. Observa mi reacción y yo, que lo sé, simulo ignorarla.
Descanso. Luce el sol en este día de mediados de Octubre y mi balcón, orientado al Suroeste, es parte de su camino. La tarde es preciosa. Cálida. Primaveral en otoño. ¡Qué pena! -pienso-. Esta semana ya han talado las ramas de los falsos plataneros que hay fuera. Aún mantenían su follaje verde y abundante del verano. Y hasta ahora, con sus copas repletas a escasos dos metros de la baranda, talmente mi balcón era un árbol más entre ellos.
Mi casita del árbol. Sonrío al evocarlo. Les han dejado grandes muñones y siento tristeza por ellos. Aquí está, de nuevo. Se asemeja a un colibrí. No es mayor su tamaño. Se sostiene, batiendo las alitas, a apenas unos centímetros de mi nariz. La siento. Percibo su mirada fija esperando que abra los ojos. Se está tan a gusto. Y me da tanta pereza hacerle caso. Hago un mohín. Sé lo que quiere. Tanta luz del sol me hace daño. Los entreabro. Se da cuenta. Sonríe contenta y, de nuevo, revolotea incansable a mi alrededor.
No me habla con palabras. De algún modo, llegan sus pensamientos hasta mí y viceversa. Me toma de la mano. Quiere llevarme hacia mis pinturas y bolígrafos de colores. Los tengo abandonados. Lo he intentado. He intentado dibujar y escribir de nuevo. Soy un pozo seco. De mí no sale nada. Sólo puedo admirar la belleza que expresan los demás. Pero, yo, hace tiempo que no siento nada. Que no encuentro nada que contar. Estoy yerma.
Me mira con sus ojillos traviesos, apremiándome. Intento ahondar en mí, busco en lo más profundo. Oigo susurros, voces, risas, canciones de seres de fantasía... pero tan lejos, tan lejos... Insisto. Êndrîn me anima con un gesto de su cabecita. Venga, me dice. Otra vez.
Cierro los ojos intentando hacerle caso. Es una sensación placentera en esta tarde. Todo es cálido alrededor. Una brisa suave me acaricia. Me siento mecida, acunada en mi balcón... El zzz...zzz de mi hada me recuerda lo que debo hacer. Observo mi dentro. Me siento respirar pausada. Me siento latir. Procuro escuchar. Agudizo el oído interno. En algún rincón están las voces. Sí. Me llegan lejanas, pequeñas. Más presentidas que escuchadas. Busco desentrañar los sonidos. Pero no me hablan a mí. No puedo llegar. Todavía no puedo. La desilusión me invade.
Êndrîn me ha cogido la mano mientras tanto. Sabe que lo paso mal y que es ella la que me ha obligado. Y me obliga porque sólo ella debe y lo puede hacer. Tranquila, me dice su sonrisa. La próxima vez será. Y se acurruca conmigo. Sus alitas cesan de batir y sus minúsculas manos aprietan con dulzura la mía.
El mundo de los sueños la rodea por fuera y le vive dentro. Se alimenta de los regalos dulces, del sol tamizado con el que las hojas juegan, de las sombras cambiantes que tejen la atmósfera, quizás irreal...